5/18/2010

capitulo I-Razin, el cosaco - El hogar de Artamón Mativeiev

CAPITULO 1


STENKA RAZIN, EL COSACO

Cuando faltaban dos horas para el amanecer, un embozado se desliza sin ser visto fuera de las murallas de la ciudad; corre hacia el establo donde, ya ensillados, le esperan dos caballos con sus alforjas llenas de agua y provisiones. Parte a revientacaballos hacia Moscú, en sus ojos lleva grabados los terribles acontecimientos en esa luctuosa jornada.

- No puedo no hay caso el dolor me agobia ¿cómo en sólo un par de meses un hombre puede soportar el perder una hija y a su esposa? ¡Qué noche fría! fría sin ella extraño sus caricias sus dulces palabras…, siempre cuando regresaba de mis batallas ¡cómo gozábamos! No lo puedo creer.

Vestido, con sus botas aún puestas, el Zar Alexis I, se agita sobre la imperial cama, toma el abrigo de Maria Miloslávskaya de marta cibelina que había a su lado, se cubre la cara con él; lo estrecha a su cuerpo, e inspira su aroma.

- Aún tiene su perfume sólo lo usó una vez desde que se lo regalé… corría el príncipe Antón por nuestra bandera… ¡cómo saltaba y aplaudía! Alguien viene… seguro que viene a interrumpir mi duelo… nadie me hace caso… pedí que no me molestasen… si no es por algo realmente grave que se atenga a las consecuencias… lo colgaré de las orejas para escarmiento de todos.

Se dejaron de oír los pasos toscos y apresurados. Tres tímidos golpes lo sacan de sus dolorosos pensamientos. El forcejeo en la puerta le avisa que su guardia trata de cumplir con su orden, pero es avasallado porque otros tres recios golpes le hacen abandonar con desgano el lecho, se acomoda su cabello todo revuelto, y poniendo su cara de mayor enfado y fastidio, apenas muestra su rostro con una desprolija barba de varios días de abandono.

- ¿Qué sucede? ¿A qué se debe que no respeten mi duelo? ¿Quién es el que se atreve a contradecirme?

Un tosco campesino pero con botas de montar de fino cuero se cuadra con gran pompa y con voz sonora se presenta:

- Soy el oficial Tarlykof, enviado por el gobernador de Astrakán, el príncipe Iván Prozorovski.

Alejo gruñe antes de ordenar al guardia:

- Llévalo a la sala de audiencias y que me espere allí.

Alcanza a oír el tacazo marcial antes de cerrar la puerta.

- Maldición, no me dejan ni respirar. ¡Agua caliente y el barbero! –grita al sirviente que displicentemente descansaba en la sala contigua.

La jofaina llega a los pocos minutos, junto al sirviente viene el barbero que de inmediato lo somete al ritual abandonado desde el fallecimiento de la Zarina.

Nadie osa interrumpir los funestos pensamientos del Zar.

Ya compuesto entra con toda la pompa en la sala de audiencias, el oficial se levanta de un salto, cuadrándose.

- ¿Qué es lo tan grave que traes?

- El cosaco Stefan Razín, majestad, se ha levantado. El príncipe Iván Prozovovski envió al jefe de los streltsi, Stolnik Livof a alertar a los soldados que tenía asentados en Tchernoïar. –se detuvo dudando el oficial

- Continúa –lo azuza Alejo.

- Antes que llegara Livof al campamento, los esbirros del cosaco se le adelantaron, soliviantaron la soldadesca con promesas de riquezas, libertad, igualdad y tierras para todos y se alzaron contra los oficiales, mataron incluso a Livof, yo fui el único que pude salvarme, y corrí a contarle al príncipe la novedad, y este me envió a usted.

- ¿Cuánto hace de esto?

- Siete días señor, tuve que salir en plena noche, porque ese mismo día llegaron los revoltosos a Astrakán. Vi cuando lo defenestraban al príncipe desde la torre del Kremlin, y a su hijo lo colgaron de los muros de la ciudad.

Cómo Tarlycof duda y se muerde los labios como no encontrando las palabras Alejo lo reprende con impaciencia:

- ¡Dilo todo de una vez!, que no por demorarlo va ha ser menos doloroso.

- Toda la zona desde Astracán, subiendo por la rivera del Volga, está llena de los partidarios de Razín. Estos van por delante de la tropas de los cosacos soliviantando al pueblo bajo, a los sirvientes, a los jornaleros, a los pequeños comerciantes, que se levantan contra los gobernadores y también liberan a los presos.

El monarca menea la cabeza ante cada noticia

- Vi a mi paso, como eran consumidas por las llamas, Zaritzín, y las otras poblaciones a los largo del Volga. Van proclamando venganza contra los gobernadores explotadores Por eso es que tuve que disfrazarme y desviarme por las riveras del Don para llegar, eso me atrasó.

El Zar se inclina a su ayudante de cámara para ordenarle que le dieran al mensajero albergue y comida y que convocara a todos sus ministros y a la Duna de los principales boyardos que encuentre en Moscú.

Reunido el ejército dirigido por oficiales extranjeros y compuestos por lo mejor de la nobleza boyarda, con su mayor poderío y organización; hace fácil la derrota de los campesinos, que eran improvisados soldados mal armados.

Aunque Razín huyó, pudo ser capturado a los pocos días. Llevado a Moscú se le aplica tormento y se lo condena a morir descuartizado; el duro cosaco en ningún momento pide misericordia y no da muestras de arrepentimiento por su sangriento derrotero de rebelión.

Como liberado de sus negros pensamientos, al Zar Alejo se lo ve más apaciguado, la acción y la lucha le han imbuido de nuevos ánimos.

Es así que, el boyardo que dirige el ministerio de las embajadas, Artamón Matveyev, se anima a llevarle una tarta de manzanas preparada al estilo inglés por su esposa, la escocesa Mary Hamilton; e invitarlo a tomar el té por la tarde, como es costumbre en ese, su país de origen.

El soberano, ya alejado de su pena por las recientes pérdidas, cavila en solitario en su escritorio:

- Ya es cada vez más lejano el recuerdo de mi bella María yo aún poseo con cuarenta y una años las fuerzas para tener un descendiente, que sea fuerte y de buenos huesos. No sé cómo pude tener esos enclenques niños, a uno lo soplan y se cae, al otro ni sabe limpiarse los mocos solo… Los otros fueron como hojas arrancadas por el viento nacieron y murieron sin pena ni gloria… Todo el imperio se irá al garete… Debo velar por los éxitos alcanzados no se pierdan… O Rusia volverá a caer dependiente de los suecos o los polacos, y peor seria de los otomanos… Esos malditos adoradores de Mahoma ¡Dios no lo quiera!…

- ¡Señor! –el zar sacado de sus pensamiento da un respingo; uno de los generales extranjeros se cuadra ante él y le informa:

- Como consecuencia del alzamiento de Razín, el kanato de Crimea ha declarado la guerra, y se ha unido con la Turquía otomana.

- Reúne al consejo de los boyardos y que alisten las tropas –responde pasándose la mano por la frente para alejar los pensamientos que lo invaden para dedicarse a manejar la nueva situación política. El buen humor de Alejo parece reavivarse con los inconvenientes, y las luchas: Al otro día manda un mensaje a Artamón, aceptando la invitación a tomar el té.





EL HOGAR DE ARTAMÓN MATVEIEV

- ¡Ven niña! –le dice la señora Hamilton a Natalia- vamos a comprar lo necesario para hacer un buen pastel para agasajar al Zar.

- ¿Va a venir?, y yo ¿lo podré conocer? Dicen que es muy guapo –los ojos de Natalia Narischkin brillan de excitación; nunca se había mostrado tan entusiasmada desde que había llegado de su lejana Tartaria, cuando su padre la dejó para su educación, a cargo de la esposa del boyardo Artamón Matveiev.

- Tontuela, claro que lo conocerás, toda la casa Matveiev en pleno homenajeará a nuestro Zar – se coloca el abrigado cuello de zorro, sube la capucha de la misma piel e indica a Natalia que cargue la cesta.

- ¡Vamos, vamos apúrense que el Zar llegará a mi casa de un momento a otro –Artamón se pasea de un ambiente a otro inspeccionando que todo estuviera brillante, limpio y ordenado- ¡ese cuadro está torcido! –le llama la atención a una robusta mujer de rostro oliváceo que lo mira con ojos desorbitados, nunca había visto a su amo tan nervioso; normalmente tranquilo, parecía que en cualquier momento empezaría a repartir latigazos.

- ¡Nada puede fallar!, el emperador me hace el honor y ahora que Nikón cayó en desgracia…, hace rato que no tiene un consejero… ¡Cuánto puedo ayudar!… Con Mary podemos traer toda esa cultura que nos es negada, si parece que vivimos en la edad de piedra ¡qué diferencia! No sé cómo no se dan cuenta que esas casas de madera desaparecen en cada incendio volviendo a quedar todos a la intemperie; por suerte, mi casa, gracias a Mary que me tuvo empujando todo el tiempo la hicimos de material, un poco caro, pero valió la pena y ahora hasta mi laboratorio tiene piso de ladrillos y una buena estufa que caldea…

- ¡Señor!, llegó un sacerdote –lo interrumpe un sirviente, se pasa la mano sobre su hermosa barba como queriendo retener sus últimos pensamientos.

- ¡Haz que pase! –ordena.

El monje, de extraordinaria estatura, debe bajar la cabeza al pasar por los dinteles, su espectacular físico impone respeto con su sola presencia.

- Buenas tardes Matveiev, que Dios bendiga tu casa

- ¡Padre!- exclama Artamón y corre a su encuentro, se postra y quiere besarle la mano al recién llegado.

- ¡Dios te bendiga!, pero yo ya no soy el patriarca, no necesitas arrodillarte ni besar mi mano, ya no tengo los sagrados símbolos de mi antigua jerarquía, ahora soy un simple monje penitente, el monje Nikón y como fui el que más luchó por la pureza de nuestros ritos, soy el que más debe insistir en que ya no merezco tu halagüeño recibimiento.

- Monseñor, para nosotros, en lo espiritual será siempre nuestro Pope.

Lo toma del brazo y lo lleva a una sala que hace las veces de oratorio y recibidor.

Durante el camino, Matveyev recuerda los sermones maratónicos de cuatro a cinco horas que los fieles escuchaban de pie, mientras su voz de trueno les aceraba los espíritus a los creyentes. Por su estatura ciclópea, muchos lo creían como el mismo enviado de Dios. Como también estaban los “viejos creyentes”, que lo denostaban. Se aferraban a las antiguas normas, como la de santiguarse con dos dedos, no con tres, hacer las procesiones siempre en la misma dirección que el sol… Las opiniones encontradas caldearon de tal forma los ánimos que el Zar, que se puso de lado del patriarca Nikón, ordenó la cárcel o el destierro y aún la tortura de los disidentes. Uno de los más importantes fue el protopope Avvakun

- ¿Sabe padre que Avvakun fue hecho prisionero? A sido deportado a Siberia

- Algo he oído, pero como que lo conozco bien, sé que no escarmentará, es demasiado obcecado; se aferra a los errores de cuando se tradujeron las primeras biblias, no acepta las correcciones que junto a los sabios de Kiev hicimos de esos errores sobre la traducción anterior de la palabra de Dios –se santigua tres veces y cambia el tono cuando informa:

- He venido a ver a vuestra señora, ella pidió por mí.

- ¡Oh!, lo siento, salió al mercado, espere aquí, ella no tardará.-agrega como información- Es que el Zar vendrá más tarde a visitarnos, como habrá notado, hoy hay una gran actividad por los preparativos. –se le queda mirando con preocupación.

El monje, captando el gesto sonríe bonachón y le hace un gesto con la mano.

- No os preocupéis, yo ya lo perdoné. Cristo nos manda perdonar a los que nos ofenden, además –vuelve a sonreír- me hacía falta este contacto con el pueblo, estoy feliz atendiendo las almas de mis parroquianos.

El otrora patriarca de Moscú ingresa a la íntima recámara: un reclinatorio, una serie de bancos adosados a la pared con almohadones, una pequeña mesa con incrustaciones, y sobre ella, un candelabro donde unas bujías de fina estearina daban danzantes luces al recogedor ambiente que en la sencillez de su mobiliario destaca un bello ícono sobre el reclinatorio, creando el clima propicio para la meditación y la oración

El monje mueve la mano abarcando la estancia

- Aquí estaré muy bien, uno se siente más cerca del Señor- volvió a santiguarse- Yo presente en palacio a Simón Ushakov y desde entonces es el pintor preferido por el zar y los nobles, reconozco su mano en este ícono

Ya solo, permanece insensible a la espera, sólo sus labios se mueven en silencioso rezo. Es interrumpido cuando la puerta es abierta por la dueña de casa.

- ¡Gracias por esperarme, padre!

Una arrebolada Hamilton entra seguida por Natalia que lleva contra su pecho la canasta cargada con los comestibles para la reunión. Toma la manija de la cesta y empuja a Natalia hacia uno de los bancos.

- ¡Quédate con el monje! –le pide, y al sacerdote- discúlpeme un ratito, dejo la compra y enseguida regreso, puede aprovechar para tomarle la confesión a nuestra querida niña.

Una Natalia confundida, con los colores subidos a la cara, le hace una leve reverencia y le pregunta:

- ¿Padre, quiere un vaso de cerveza o algún zumo de frutas o de…?

- No, te lo agradezco… Pero, ¡qué grande estás!, eres toda una señorita, pensar que te tuve en mis brazos. Ven cuéntame: ¿Cómo te tratan?; ¿es cierto que ha aprendido el idioma de la señora Hamilton? ¡Oh!, disculpa, te estoy apabullando con preguntas

- Yes, i speak english with mrs Mary Hamilton y también me enseña a preparar esos postres ingleses que tanto le gustan a mi tío

- ¡Qué bien!… y ¿cómo está tu alma?, ¿tienes odios, celos? ¿te…te tocas tus partes?

Los colores saltaron a su cara que negó enérgicamente con la cabeza

- ¡Noooo!

- Niña, puedes decirlo con confianza, no saldrá de estas cuatro paredes; solo yo y Dios lo sabremos y te podré dar la absolución, la bendición y ello te traerá la paz

- Bueno…, nunca me he tocado, pero… usted sabe…, en el mercado, los criados aquí en casa, a veces me miran de una manera que…, me hacen subir calores y entonces me aprieto contra los muebles, o como ahora con el cesto de las compras.

Los menudos pasos de la señora Mary cortó la comunicación; el silencio la recibió cuando ingresó llevando una taza de té humeante. El monje levantó su mano y trazó dos veces la señal de la cruz sobre la cabeza de Natalia y le dio un cariñoso golpe en la mejilla.

- Puedes ir con Dios niña, tus pecados son perdonados.

Se vuelve a la señora, con una reverencia de la cabeza le agradece la taza de té que toma rozando su mano.

- Estimada señora, estoy a su disposición, dado que estáis tan atareada con el recibimiento de nuestro César, espero no quitarle mucho tiempo.

- ¡Oh!, en absoluto, lo que ocurre que ha sido totalmente inesperado, le pediría que se quede, pero por sus diferencias con el Zar, lo creería inapropiado, por el momento. Quisiera solicitarle que me confesara, si no le importa. Aquí nadie nos molestará. –se vuelve a la todavía irresuelta Natalia- ¡Ve querida!, y cierra la puerta.

Al caer la tarde, llega el Zar con la guardia que le precede, todas las luces ya están encendidas dando a la casa de Artamón un aspecto palaciego. El boyardo se adelanta a recibirlo, mientras su esposa y su pupila quedan al pie de la escalinata en humilde espera.

Mientras la conversación entra en derroteros de la política, de la guerra inacabada contra los turcos, los ojos de Alejo no se pueden separar del rostro dulce y recatado de Natalia Nariskin; sus grandes ojos negros permanecen mirando su plato, las luminarias sacan destellos en su terso cutis mate destacando la nobleza de su porte.

- Cambiando de tema –dijo de pronto el zar- os debo felicitar, felicitar a ambos por tan agraciada pupila, ignoraba que en mi reino hubiera tal belleza.

El semblante de la noble tártara se arrebató aún más, poniéndole mayor belleza.

- Sire, ella es nuestro mejor adorno, Dios en su misericordia nos ha querido brindar a falta de hijos esta admirable jovencita, que alegra nuestra vejez. –dijo Mary Hamilton tocándola con la punta de sus dedos para hacerle levantar el rostro.

- Es la hija de nuestro amigo Kiril Narischkin, como en su condado no tenía posibilidades de adquirir una buena educación, nos ha encargado de que se la proporcionemos aquí en Moscú. –completó Artamón.

- No sé cómo agradecerles este magnífico té, nunca he tomado uno igual, Mrs. Hamilton debo felicitarla.

- Majestad, no todo el mérito es mío, Natalia también colaboró en su preparación.

- ¡Pues está decidido!, pasado mañana vendrán ustedes conmigo al teatro, se estrena Orfeo, su autor es un tal Schutz y no hay muchas oportunidades de que vengan a nuestro país compañías de este nivel. Lástima que mañana debo ocuparme de unas malas noticias que me han llegado: los turcos tomaron Kaminieck. ¡Oh!, no os preocupéis, está muy lejos de aquí. Por ahora discurramos sobre noticias más halagüeñas.

- En estos días he leído un bello relato de Sasvva Grudtsin –gorjeó Natalia para romper el pesado silencio que siguieron a las palabras del Zar.

Todos sonrieron, las sátiras de ese autor era la comidilla de los boyardos más cultos del reino que esperaban con ansias los nuevos escritos de ese autor.

Las presentaciones teatrales resultan todo un éxito, Alexis con galanura de remozados tiempos, busca ubicarse al lado de Natalia, y en los momentos más álgidos de la obra, le toma la mano con la escusa de confortarla.

Los rumores no tardaron en confirmarse, Artamón Maveiev es nombrado consejero principal del reino, tampoco faltan los gestos ceñudos de, principalmente los antiguos favoritos, casi todos ellos parientes de la fallecida Miloslavski, que ven peligrar sus prerrogativas.

El tener que consultar al inteligente y noble boyardo es motivo suficiente para que la figura del zar se vea frecuentemente en la casa de los Maveiev; y sea agasajado por los dueños, como así por la gentil Natalia. En no pocas oportunidades pueden ambos conversar libre y solitariamente por los discretos pabellones, tanto de la casa boyarda, como en el palacio.

Alejo se siente renovado y cavila seriamente en cambiar de estado:

- Debo tomar una determinación los años pasan… es muy dura la soledad…si llamo a una convocatoria el reino temblará de pies a cabeza… se volverán locas todas las mujeres… y quizás mi María se retuerza en la tumba…mis hijos…Fedor es tan enclenque el pobre…aunque inteligente y culto… pero no le veo salud como para que viva muchos años…e Iván…qué puedo decir de Iván…tiembla como una hoja ante mi vista… se babea y demoró como tres años para aprender a caminar…también siempre enfermo… y mis hijas…yo sé que hay algunas que se morirían por reinar, pero antes las pongo en un convento…enterradas…sin ningún tipo de salida antes que permitir que gobiernen.

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