CAPITULO 1
STENKA RAZIN, EL COSACO
Cuando faltaban dos horas para el amanecer, un embozado se desliza sin ser visto fuera de las murallas de la ciudad; corre hacia el establo, donde ya ensillados, le esperan dos caballos con sus alforjas llenas de agua y provisiones. Parte a revientacaballos hacia Moscú, en sus ojos lleva grabados los terribles acontecimientos de esa luctuosa jornada.
- No puedo no hay caso el dolor me agobia ¿cómo en sólo un par de meses un hombre puede soportar el perder una hija y a su esposa? ¡Qué noche fría! fría sin ella extraño sus caricias sus dulces palabras…, siempre cuando regresaba de mis batallas ¡cómo gozábamos! No lo puedo creer.
Vestido con sus botas aún puestas, el Zar Alexis I, se agita sobre la imperial cama, toma el abrigo de Maria Miloslávskaya de marta cibelina que estaba a su lado, se cubre la cara con él; lo estrecha a su cuerpo y aspira su aroma.
- Aún tiene su perfume sólo lo usó una vez desde que se lo regalé… corría el príncipe Antón por nuestra bandera… ¡cómo saltaba y aplaudía! Alguien viene… seguro que viene a interrumpir mi duelo… nadie me hace caso… pedí que no me molestasen… si no es por algo realmente grave que se atenga a las consecuencias… lo colgaré de las orejas para escarmiento de todos.
Se dejaron de oír los pasos rudos y apresurados. Tres tímidos golpes lo sacan de sus dolorosos pensamientos. El forcejeo en la puerta le avisa que su guardia trata de cumplir con su orden, pero es avasallado porque otros tres recios golpes le hacen abandonar con desgano el lecho, se acomoda el cabello todo revuelto, y poniendo su cara de mayor enfado y fastidio, apenas muestra el rostro con una desprolija barba de varios días de abandono.
“¿Qué sucede? ¿A qué se debe que no respeten mi duelo? ¿Quién es el que se atreve a contradecirme?”
Un tosco campesino, pero con botas de montar de fino cuero se cuadra con gran pompa y con voz sonora se presenta:
“Soy el oficial Tarlykof, enviado por el gobernador de Astrakán, el príncipe Iván Prozorovski.”
Alejo gruñe antes de ordenar al guardia:
“Llévalo a la sala de audiencias y que me espere allí.”
Alcanza a oír el tacazo marcial antes de cerrar la puerta.
- Maldición, no me dejan ni respirar.
“¡Agua caliente y el barbero!” –grita al sirviente que displicentemente descansaba en la sala contigua.
La jofaina llega a los pocos minutos, junto al sirviente viene el barbero que de inmediato lo somete al ritual abandonado desde el fallecimiento de la Zarina.
Nadie osa interrumpir los funestos pensamientos del Zar.
Ya compuesto entra con toda la pompa en la sala de audiencias, el oficial se levanta de un salto, cuadrándose.
“¿Qué es lo tan grave que traes?”
“El cosaco Stefan Razín, majestad, se ha levantado. El príncipe Iván Prozovovski envió al jefe de los streltsi, Stolnik Livof a alertar a los soldados que tenía asentados en Tchernoïar.” –se detuvo dudando el oficial
“Continúa”. –lo azuza Alejo.
“Antes que llegara Livof al campamento, los esbirros del cosaco se adelantaron, soliviantaron la soldadesca con promesas de riquezas, libertad, igualdad y tierras para todos y se alzaron contra los oficiales, mataron incluso a Livof, yo fui el único que pude salvarme y corrí a contarle al príncipe la novedad, y éste me envió a usted.”
“¿Cuánto hace de esto?”
“Siete días, señor, tuve que salir en plena noche, porque ese mismo día llegaron los revoltosos a Astrakán. Vi cuando lo defenestraban al príncipe desde la torre del Kremlin, y a su hijo lo colgaron de los muros de la ciudad.”
Cómo Tarlycof duda y se muerde los labios como no encontrando las palabras, Alejo lo reprende con impaciencia:
“¡Dilo todo de una vez!, que no por demorarlo va a ser menos doloroso.”
“Toda la zona desde Astracán, subiendo por la ribera del Volga está llena de los partidarios de Razín. Estos van por delante de la tropas de los cosacos soliviantando al pueblo bajo, a los sirvientes, a los jornaleros, a los pequeños comerciantes, que se levantan contra los gobernadores y también liberan a los presos.”
El monarca menea la cabeza ante cada noticia
“Vi a mi paso, cómo eran consumidas por las llamas, Zaritzín, y las otras poblaciones a los largo del Volga. Van proclamando venganza contra los gobernantes explotadores Por eso es que tuve que disfrazarme y desviarme por las riberas del río Don para llegar, eso me atrasó.”
El Zar se inclina a su ayudante de cámara para ordenar que le dieran al mensajero albergue y comida y que convocara a todos sus ministros y a la Duna de los principales boyardos que encuentre en Moscú.
Reunido el ejército, compuesto por oficiales extranjeros y con mejor armamento; hace fácil la derrota de los campesinos, que eran improvisados soldados.
Aunque Razín huyó, pudo ser capturado a los pocos días. Llevado a Moscú se le aplica tormento y se lo condena a morir descuartizado; el duro cosaco en ningún momento pide misericordia y no da muestras de arrepentimiento por su sangriento derrotero de rebelión.
Como liberado de sus negros pensamientos, se lo ve al Zar Alejo más apaciguado, pareciera que la acción y la lucha le han imbuido de nuevos ánimos.
Es así que, el boyardo Artamón Matveyev, se anima a llevarle una tarta de manzanas preparada al estilo inglés por su esposa, la escocesa Mary Hamilton; e invitarlo a tomar el té por la tarde, como es costumbre en ese, su país de origen.
El soberano, ya alejado de su pena por las recientes pérdidas, cavila en solitario en su escritorio:
- Ya es cada vez más lejano el recuerdo de mi bella María… aún poseo con cuarenta años las fuerzas para tener un descendiente, que sea fuerte y de buenos huesos. No sé cómo pude tener esos enclenques niños: a uno lo soplan y se cae, el otro ni sabe limpiarse los mocos solo… Los demás fueron como hojas arrancadas por el viento, nacieron y murieron sin pena ni gloria… Todo el imperio se irá al garete… Debo velar por los éxitos alcanzados para que no se pierdan… O Rusia volverá a caer dependiente de los suecos o los polacos, y peor sería de los otomanos… Esos malditos adoradores de Mahoma ¡Dios no lo quiera!…
“¡Señor!” –el zar sacado de sus pensamientos da un respingo; uno de los generales extranjeros se cuadra ante él y le informa:
“Como consecuencia del alzamiento de Razín, el kanato de Crimea ha declarado la guerra, y se ha unido con la Turquía otomana.”
“Reúne al consejo de los boyardos y que alisten las tropas” –responde pasándose la mano por la frente para alejar las preocupaciones que lo invaden para dedicarse a manejar la nueva situación política. El buen humor de Alejo parece reavivarse con los inconvenientes, y las luchas.
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