8/24/2010

Capitulo 4 Natalia, la joven

Natalia , la joven




La actividad febril hacía vibrar el aire; las jóvenes ayudantes de la limpieza limpiaban sobre lo limpio, el jardinero y el maestro pastelero disimulaban el nerviosismo bebiendo el té mientras jugaban una partida de naipes. La verdadera conmoción se vivía puertas adentro de las dependencias femeninas, los encajes, las mantillas, los adornos se ponían y sacaban, se corregía un frunce, se estiraba una manga. Faltaban pocas horas para el acontecimiento más importante del reino, El zar había invitado a todos los nobles, los boyardos, los okóinichi y aquéllos que desempeñaban importantes funciones en el reino. El motivo era la celebración del nacimiento del nuevo vástago del Zar, Simeón Alexevich.


“Natalia, ponte esta capa, que va a estar muy frío más tarde” –dijo Eudoxia alcanzándole a su ahijada la prenda ricamente adornada con dos botones de zafiros.


“Por favor tía, con eso me tapa todo el vestido y no se va a lucir nada” –protestó tímidamente Natalia.


“¡Ay señora!, esta puntilla está descosida, no creo poder arreglarla tan rápido” –interrumpió la modista que se afanaba con el ropaje de Eudoxia– “¿No sería mejor hacerle un dobladillo? Aquí tengo una pieza de seda que en un santiamén puedo arreglarlo”.


“Está bien, pero apúrate ya estamos sobre la hora de partir y Artamón se pone muy molesto si tiene que esperarnos, además no le gusta llegar tarde a las citas con el Zar”.


Desde temprano los repiques de campanas y los disparos de las bombardas desde el Kremlin anunciaban el clima de jolgorio y la muchedumbre se reunía en la plaza Roja esperando la magnificencia del rey para agasajar a su pueblo que brindaba y lanzaba gritos de bendición al nuevo delfín y a la familia del Zar.
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8/23/2010

capitulo 4 Natalia, la niña

NATALIA, LA NIÑA


Cyril Narishkin estaba preocupado por la salud de su esposa: el embarazo, en avanzado estado de gestación, se presentaba problemático. La razón era que en los últimos días Anne Leontiev no retenía ningún alimento y se debilitaba rápidamente.


A instancias de su suegra, Praskowia Rayevska, dejó el manejo de la finca a sus hijos mayores y partió con la troika hacia Moscú.


Le pidió cobijo a su primo Artamón; él disfrutaba un buen pasar, había ingresado a la carrera diplomática como su padre siendo aún muy joven.


En la actualidad estaba casado con una mujer escocesa y tenían al pequeño Andréi.


Anne, ya más repuesta y acomodada con su servidumbre junto a su fiel Elena, Cyril partió de regreso, porque no confiaba mucho en la pericia de sus jóvenes hijos para llevar a cabo el manejo de la propiedad, sobre todo en proximidades de la cosecha de aceitunas y había prometido a la bodega del Zar la primera prensada la. La limpieza del lagar podía presentarles problemas, pues los peones, si no los vigilaban de cerca, demoraban o hacían mal las tareas.


El primero de septiembre del año 1651, en un parto doloroso y problemático, nació una niña que llamaron Natalia. Por supuesto, Matvéyev pidió ser su padrino empujado por su esposa.


La ceremonia la llevó a cabo el obispo metropolitano Nikita Minon, confesor de la señora Eudoxia Hamilton, la esposa de Artamón. Todos lo conocen como Nikón desde que se destacó en la rebelión de Novogorod, donde por aplacarla, el zar le concedió el nombramiento de “Ministro Principal del Zar”.


La niñez de Natalia transcurre feliz y con gran libertad en la hacienda de su padre, todos los años vienen los Matvéyev a traerle un regalo en su onomástico. Solamente no vinieron en 1654 cuando se firma el tratado de paz de Pereilav con los cosacos zaporongos; en el que Artamón firma en representación de Moscovia. También se ausentaron en su sexto cumpleaños: Artamón fue comisionado a Polonia en misión diplomática desde el 1656 al 1657.


En el décimo cumpleaños, la conversación familiar incluyó el porvenir de la niña; sobre todo Eudoxia se preocupaba por la educación de su ahijada, tan alejada de Moscú.


Se pusieron de acuerdo para que durante los días de estudios los pasara en Moscú y los recesos escolares, en su amada tierra junto a sus hermanos.


Natalia tomó con reticencia sus nuevas obligaciones, se sentía feliz en la campiña, con sus amadas ovejas, amasando junto a las criadas el pan del día, recolectando flores para adornar las habitaciones y sobre todo, por los juegos infantiles junto a sus hermanos.


Su primer año en Moscú no comenzó muy feliz, un cierto aire de temor empapaba los ambientes; su tío, como jefe de los Streltsi, debía enfrentar un levantamiento, conocido con el nombre de ‘el motín del cobre’. La economía estaba en crisis por la guerra con Suecia, el gobierno acuñó monedas de cobre en reemplazo de las de plata. El pueblo se levantó indignado por la pérdida del valor adquisitivo y porque funcionarios indignos imprimían sin control dichas monedas para beneficio propio.


La represión ordenada por el zar motivó que muchos partieran hacia poblaciones más lejanas evitando ser encarcelados o aún peor: ejecutados sumariamente. Amargado Artamón, llegó a comentar que en un solo día murieron cuatrocientos veinte revoltosos y los hospitales se sobrecargaron con los miles de heridos y mutilados.


La paz retornó paulatinamente. Recién al año siguiente se revió la medida y se volvieron a imprimir las monedas de plata; pero el levantamiento popular tuvo aproximadamente siete mil mártires y quedaron quince mil baldados de distinta gravedad. Durante ese nefasto período, Natalia tenía vedado salir a la calle sola sin custodia; para ir a la iglesia siempre la acompañaba su antigua nana Elena y dos fuertes guardias que su tío le había asignado.


Los amigos de Artamón con gusto enseñaban a la niña; destacándose el pintor de la familia real Simon Ushakov que la guió en los rudimentos del dibujo. Por su perspicacia natural, pronto aprendió a leer en eslavo y en inglés guiada por su madrina; adquirió el gusto a la lectura de los autores europeos, que su tío conseguía en sus viajes diplomáticos, en cuyo transcurso pudo formar una notable biblioteca para su época.


La pequeña se fue transformando en una bella jovencita, a lo que Eudoxia, para tranquilizar a sus padres aseguró que se haría cargo de su futuro social. No faltaban las reuniones que eran concurridas, tanto por boyardos, militares y, gracias a la procedencia europea de la esposa de Artamón, ciudadanos de otras nacionalidades. Ya Natalia recibía muestras de admiración de los concurrentes y sus opiniones eran escuchadas con admiración por sus conocimientos.


La famila Matvéyev, al ser invitada a los festejos del nacimiento de Simeón Alexéievich, el undécimo hijo de Alexis I, presentó a Natalia en sociedad.


Alexis por la alegría de tener un nuevo hijo varón, que asegurara la sucesión de su dinastía, agasajó a todos los principales habitantes de la capital e hizo abrir barricas de cerveza y budines para que el pueblo brindara por el porvenir del naciente delfín.


Con motivo de su alto cargo como jefe del cuerpo de los Strelsi, Artamón recibió reconocimientos del zar y de a poco fueron cimentando una sincera amistad.


Eran tiempos de bonanza en la familia, la única persona que se lamentaba de la situación por motivos personales era Eudoxia: extrañaba a su confesor, el ex patriarca Nicón. El zar había logrado llamar a un sobor; donde la asamblea estaba constituida, además de los obispos, de los otros delegados menores de la iglesia y los laicos que representaban a la clase alta. Llamaban al sobor en los asuntos donde el consenso era necesario para resolver casos de gran importancia. El zar sabía que de no ser así, con un sínodo sólo de obispos, Nicón podía presionar para que acataran su voluntad. Pero, de esa manera, gracias a la forma autoritaria y violenta con la que impuso sus nuevos dogmas, tras la quema de los viejos libros litúrgicos, Nikón se ganó la malquerencia de muchos creyentes y parte del clero.


Eudoxia estaba desolada porque la reunión había denostado al patriarca, culpándolo de insubordinado y despojándolo de sus funciones sacerdotales, sólo lo reconocieron como Nicón, el monje y lo confinaron al monasterio de Ferapont en Vólogda.